Friday, November 10, 2006

Lo que dejamos atrás (de brumas y melancolías)

Esas brumas de los montes son para mí un recuerdo indeleble. Otras cosas se me han olvidado: odios y cariños, favores y deprecios, han pasado a través de mí sin dejar una huella. Esas brumas, en cambio, anegaron mi alma para siempre. Ya no salen de ella, ya no saldrán jamás. -Pedro Salinas, Peñas Arriba.
El otro día pensé cómo seguría todo por esas tierras, otras latitudes, otras longitudes. Es otoño en la península. Hojas secas. Empieza el viento y el frío. Los bosques se desacen en un estallido de colores flamígeros, amarillos y rojos increíbles. El sol ya no calienta. Puede que ya haya nieve en la montaña de enfrente de mi casa (el es-morredero). En estos días, me solía invadir una extraña tristeza, esa melancolía otoñal y pasajera, arrastrada por el mismo viento que se lleva las hojas, que no se si nace del síndrome post-vacacional, o de la falta de luz, o simplemente la sensación rutinaria de otro año que termina, sin que nada haya cambiado. El sol de otoño, sin fuerza ya para calentar aunque las nubes no lo cubran. Y a pesar de los colores de las hojas, leves pinceladas de color en un mundo cada vez más gris, me anegaba la melancolía. Una tristeza dulce, que me hacía mirar ensoñadamente a través de la ventana. Sí, en esta época, solía mirar por la ventana más de lo habitual, contemplando el mundo apagándose, con la sensación de estar en una vida que se deshace en migajas, legajos de felicidad pasajera que en estas fechas se hace más patente. Si ahora estuviera allí, vería pasar la vida a través de mi reflejo en la ventana, una vida siguiendo un camino perfectamente marcado, una autopista de ocho carriles que lleva directamente a la tumba a toda velocidad, pero de forma tranquila y sin sobresaltos, como mirando el paissaje desde el parabrisas sin detenerse un instante. La vida como película y no como colección de fotografías. Dejándome arrastrar por la coriente de la rutina, absorbiendo el tedio del sofá y la mantita. Un círculo vicioso de apatía. Y daría vueltas por la casa, como un animal enjaulado. Encendería el ordenador buscando una salida. Miraría la tele sin verla realmente. Y si por un día consigo escapar, salir de la trampa, siempre hay que estar en casa para la cena, el eterno retorno a una realidad que trago sin saborear, insípida realidad poco hecha del adocenamiento, amancebamiento y domesticidad (del latín domus, casa). Soñando del otro lado del cristal con otros lugares más allá de las montañas, soñando con un día en que no vuelva para la cena. Soñando. Si estuviera en mi casa en Ponferrada, tras la ventana me mirarían implacables las cumbres (acaso nevadas por estas fechas), despiadados crestones donde despeñarse el día de reyes. Curioso regalo, seguir viviendo, vivir en un tiempo que no me corresponde, vivir por los pelos, vivir de prestado. Vivir debiendo estas horas a una serie de afortunadas casualidades. Muchas veces lo pienso, ¿qué hubiera cambiado? Posiblemente nada. El mundo seguiría girando impulsado por la estupidez humana hacia su propia destrucción. Gran hermano volvería a ser noticia. Acaso alguien me lloraría (mucho más de lo que me gustaría). Algunos me echarían de menos. A otros, sería una noticia más de las que te dejan indiferente, o que te hacen pensar en la insoportable levedad del ser. ¿Y luego? El olvido, el vacío, la nada. El tiempo todo lo cura, c'est la vie. A veces pienso que cuanta menos huella deje, menos dolor quedará atrás, mejor será para todos. Desaparecer simplemente, como la Nada de la Historia Interminable, un vacío que hacía daño a la vista porque realmente no había nada a lo que mirar, al que se veían arrastradas todas las criaturas de Fantasía. Donde esté una priedra solitaria / sin inscripción alguna / donde habite el olvido / esa será mi tumba, que decía Gustavo. Y aparte de esto, el Samsara, el juego de los hombres niños en el que Siddarta estuvo atrapado la mayor parte de su vida, la rutina continúa, autopista de peaje hacia el fin, una rueda que gira año tras año pero no avanza. Otro año más, un poco menos jóven, un poco más muerto.
Sin embargo, desde este reducto neotropical, las cosas se ven de otra manera. Por primera vez, tengo la impresión de haberme salido del círculo, de haber dejado por un tiempo la autopista para ir por pistas de tierra y barro, senderos intransitables por los que es mejor no pasar si se quiere llegar rápido al destino. Aunque aquí también hay una rutina, pero el tiempo pasa de otra forma, el mundo no se ve a través de una ventana (de hecho, no hay ventanas, hay mosquiteras), del griego bios, vida, biología, biodiversidad, aquí hay más que en cualquier parte. Toda la selva es un estallido, vibrante, palpitante. El ritmo de la selva, no se ve pero se siente, latidos silenciosos, un gran orgasmo planetario, como si la tierra se hiciera el amor así misma y todas las criaturas bailaran al unísono. El fluir, fluir de los ríos, de la savia, de la sangre, de las vidas, constante pulso de energía, única respiración del gran tapiz de la vida. Aullidos en la noche primordial, reflejos en el agua, el cielo derramándose sobre la tierra. Las polillas inmolándose en la llama, los gusanos del monstruo retorciéndose en la letrina del terror, los murciélagos, los fogonazos de las luciérnagas, el infatigable colibrí, las arañas, los coatíes, incluso los prerezosos (más lentamente) todo sigue la misma pulsión viva y caliente, vida y muerte en la selva, un ritmo frenético, un jazz invisible y salvaje, como el vaho de carne cruda.
Pero como decía al principio, todo tiene un precio: lo que dejamos atrás. Este extraño síndrome de Ulises que me ataca de vez en cuando, me hace dejar atrás más ausencia de la que imagino y más de la que me gustaría. Jamás imaginé que alguien me podría querer tanto, y eso me llena de remordimiento. Dejo una abnegada Penélope, tejiendo y destejiendo el tapiz de su propia soledad, una dulce Eurídice esperando el el Hades de mi ausencia a que su Orfeo baje a rescatarla. ¿Dónde está tu Ulises, dónde tu Orfeo? Se han ido lejos, a perseguir a las Arpías, esos monstruos emplumados de rostro y pechos de mujer, devorarores de carne humana. Volverán en Febrero.

No comments: