Friday, February 09, 2007

De la insoportable soledad de los cocos o cómo abrir un coco con una tabla y una navaja multiusos:


Ingredientes:
1 coco
1 tabla
1 navaja multiuso

Modo de empleo:
Colocar el coco en decúbito supino (sí, sé que son esféricos)
Tablazos hasta hundirlo en la arena
Sacarlo y recolocarlo
Más tablazos hasta partir la tabla
Rascarse la cabeza

Se utiliza un trozo de tabla como cincel
Más tablazos al cincel
La cubierta externa comienza a romperse
Más tablazos hasta atravesarla (vaya, ¿no debería haber algo duro dentro?)
Mirada de sorpresa
Extraer el cincel de madera (mediante tablazos en el otro extremo)
Repeteir la operación en otro punto
Arrancar la cubierta externa con las uñas
Extraer el coco
Darle tablazos para desaogarse un poco

Hacer dos agujeros con la navaja multiusos con cuidado de no cortarse
Beberse el líquido con satisfacción y orgullo, pero sin perder la dignidad

Dar de tablazos al coco de nuevo hasta reventarlo
Sacudir la arena y comerse la pulpa
Amenazar con la tabla a los que se les ocurra pedir un trozo

Friday, February 02, 2007

A.D.P.: Asociación para la Defensa de los Perezosos
(sacrificios de sangre y otras alternativas para la movida nocturna)



Aviso: esta entrada contiene fotos horriblemente morbosas de un perezoso muerto por un águila arpía a modo de testimonio silencioso para corroborar lo que se dice en el texto. La foto está reducida y se amplia haciendo click. Pequeñas amarguras del día a día en la selva.



Parecía que iba a ser un día normal. Seguían la señal a través de un sendero que existía más dentro de sí mismos que en el espeso bosque. Se guiaban más por la intuición que por indicios, respondiendo a un inconsciente "¿por dónde iría si estuviera haciendo yo el camino?". Y en ocasiones, esa intuición se veía confirmada sutilmente por una hoja de palma cortada por un machete, o unas hojas algo removidas en el suelo. Era un camino de furtivos abandonado, aunque era difícil precisar si hacía un año o hacía un día, la selva se cerraba nuevamente en cuestión de horas, casi podían verse crecer de nuevo las lianas si se prestaba atención.
Sin embargo un dantesco espectáculo los aguardaba, al llegar a un claro producido por un gran tronco caído en mitad del camino, un dentesco espectáculo les aguardaba.

Era un perezoso de tres dedos, parcialmente devorado por el águila que buscaban: Eboli, el águila tuerta encontrada con un disparo en el ala en el Darién. Algunos pensaban que no volvería a cazar pero se convirtió en el auténtico azote de los perezosos, un gris y silencioso Ángel de la Muerte.

La posición antinatural del animal, boca arriba, con los brazos colgando y las entrañas fuera era sobrecogedora. Su expresión era la eterna sonrisa beatífica de los perezosos, pero sus ojos... eran vidriosos y apagados. Los ojos de los muertos.
Como si de un antiguo altar de sacrificos se tratara, aquel tronco lo resumía todo. Vida y muerte en la jungla. Alguien tiene que morir para que otro sobrevica. Comer o ser comido. Brutal y hermoso a su manera.

Cuando el Refu lo vio, experimentó sensaciones contradictorias. Se planteó que era bueno para el águila estar cazando por su cuenta, pero sintió tanta pena por el animal que se planteó la creación de un fondo de defensa internacional. Unas criaturitas tan tiernas no deberían morir así.
El perezoso lo miraba sin verlo, sonriendo desde el el Otro Lado. Le conmovía profundamente su aspecto de peluche. Le daban ganas de abrazar el cadáver y dormir con él. Era tan tiempo y macabro al mismo tiempo como si alguien hubiera asesinado a Don Pimpón y clavado su ensangrentada cabeza en una estaca. Brutalmente enternecedor. Tiernamente macabro. El sacrificio a los Dioses de la Selva. La imagen era la esencia misma de los sacrificios mayas, la miema actitud, un cuerpo destripado boca arriba, los brazos colgando. Pero la mirada extrañamente tranquila.

La vida, el mayor de los sacrificios, el mayor de los precios a pagar, el mayor de los regalos. La sangre, la roja esencia de la vida imprescindible en los rituales de las culturas precolombinas. Vida y muerte, caras de la misma moneda. Una moneda plana y azul alrededor de la que orbita un Sol plano en una circunferencia perfecta (N. del T.).

Según tradiciones Mayas, los antiguos dioses menores también hacían sus sacrificios, en la noche de los tiempos. Los dioses más ricos y poderosos, ofrecían grandes cantidades de maíz, y los licores y comidas más raros y valiosos, así como oro, metales, etc. Sin embargo, el dios más pobre, sin nada que ofrecer más que a él mismo, se abrió el pecho derramando toda su sangre sobre la roca sagrada. Derramando su vida. Y realmente, ésta fue la más valiosa de las ofrendas, y fue el al que favorecieron los dioses mayores.


Sacrifico Azteca. ¿Acaso la criatura vomitando sangre de la derecha puede ser... un águila arpía? La verdad es que las garras se parecen.

Esta es la foto morbosa. Hacer click para ampliar bajo la responsabilidad de cada cual. A los que miren... ¿estoy loco o realmente hay parecido con la foto de arriba?

Thursday, February 01, 2007

Volando voy, volando vengo

La mirada recelosa del salvaje lo dice todo. "El Refu no gustar gran pájaro de metal. Estómago querer salir por la boca. Pájaros perdidos, Refu encontrar si estómago querer".

Desde el aire el bosque tropical tiene aspecto de brocoli, una extensión verde donde los árboles engullen la única "carretera" y por supuesto todos los difusos senderos marcados con cintas de colores o tajos de machete.
Hay pocos que estén bien marcados, lo normal es perderse y de repente encontrar una cinta en medio de la nada, o un corte de machete, luego otro, y luego nada. En la foto de la derecha, por lo verde, hay una cabaña. Hogar verde hogar. Y espeso. Y húmedo. Y lleno de bichos.
¡Anda, mira! ¡Un canal!