Saturday, May 05, 2007

El color blanco o instrucciones para volverse loco









A eso de las 5:45 de la mañana l
a prístina y blanca luz de la alborada entra a través de mis blancas cortinas, casi transparentes. Se refleja en todas las blancas paredes de mi cuarto, e incide en el blanco de mis ojos, abrasándolos en el sueño (sigo durmiendo con los ojos abiertos).
Me envuelvo en mis blancas sábanas y me tapo con el edredón blanco mientras hundo la cabeza en mi blanca almohada.
Abriendo la blanca puerta de mi cuarto y lavándome la cara en el blanco fregadero, me protejo con las gafas de sol y pedaleo semiconsciente hasta el departamento, donde blancas y vacías paredes reciben de nuevo.

El otro día soñé, bendita ilusión, con un lugar en las blancas nubes, un níveo mundo de vapor de agua, un universo evanescente.
Los pilotos habían saltado del avión y R. y yo caminábamos por las nubes más densas, con cuidado de no hundirnos. Teníamos que movernos casi de contínuo, pues al estar en el mismo sitio, nos hundíamos poco a poco en las nubes y acabábamos cayendo a tierra. También había que tener cuidado con las zonas menos densas.
En algunos lugares, algunas semillas arrastradas por el viento habían germinado debido a la humedad del aire, dando lugar a árboles anclados con extensos sistemas radiculares para sostenerlos en un sustrato tan volátil.


El lugar era de una pureza indescriptible, un cuadro minimalista y luminoso de blanco
y celeste.
Oscurecía, la niebla comenzaba a extenderse, había más árboles y dos barquitos verdes con los que deslizarse por las nubes. Apenas los usamos. En un claro de niebla se veía tierra firme, la cima de una montaña.
Y al despertar, volví a estar en mi blanca habitación con esa blanca luz del sol que, tras atravesar las blancas cortinas y rebotar en las blancas paredes, incidía en mis ojos, abrasándolos.

P.D.: Sí, mi sueño parecía un anuncio de compresas.