Wednesday, November 15, 2006


¿Existen las Arpías (o piolines neotropicales)?


La verdad es que todavía no había puesto ninguna foto de las águilas en cuestión. Parecerá raro, trabajando con ellas, pero bueno, la cámara no es muy buena... He aquí una breve muestra como prueba de su existencia. Algunas notas sobre su biología:

Son carnívoras (sí, lo habíais adivinado), cazan de todo un poco: oposums, perezosos, coatís, iguanas, monos, armadillos, otras aves, voluntarios pequeños... todo lo que se mueva (bueno, los perezosos no se mueven mucho, pero lo suficiente).

Las hembras son más grandes que los machos, llegando a medir un metro de altura y dos de envergadura, pesando siete kilos y medio de media (excepcionalmente nueve y en una ocasión, doce y medio). Los machos, son algo más pequeños (cuatro kilos y medio), y sus tarsos se pueden agarrar con una sola mano. En el caso de las hembras, no. Tienen unos tarsos como mi muñeca, así que para inmovilizarlas se sujeta cada pata con una mano. Se puede notar la terrorífica fuerza de los tendones bajo la piel escamosa y amarillenta... no tiene precio (pero esta es otra historia que deberá ser contada en otro momento). Las garras, afiladísimas, atraviesan la carne como si fuera mantequilla.

Suelen ser bastante longevas, pudiendo llegar a los sesenta años. Ponen un único huevo cada dos a tres años. El pollo (vale, juvenil), comienza a volar a los seis meses pero sigue siendo alimentado por los padres de seis a diez meses más.

Y algunas curiosidades sacadas de la wikipedia (cada cual que se las crea o no):

Pueden desarrollar 42 kgf/cm2 (o sea, mucha pupa), y levantar hasta tres cuartos de su peso corporal.

Es el ave en el que los dibujantes se basaron para dibujar a Fawkes, el fénix de Harry Potter y la cámara secreta (qué cosas).

Y a demás, es el ave nacional de Panamá, y figura en el escudo de armas.


Y como bonificación especial para rellenar espacio, algunos retazos de leyendas indígenas sobre las águilas arpías:

1) Se llevan a los niños. Parece perfectamente posible, incluso les deben parecer monos o perezosos, sin embargo no ha habido ningún caso registrado, al contrario que en África, donde se han encontrado huesos humanos (sí, los niños también son humanos, casi los podríamos considerar personas) en algunos nidos de Polemaetus bellicosus, otra especie algo más grande pero más estilizada.
2) Se llevan a los adultos (esto parece algo mas dudoso).
3) Ocultan el sol con sus alas y se llevan casas a las cuevas donde viven para devorar a sus habitantes (bueno, solo decir que no viven en cuevas)
4) Hace tiempo, cuando había más águilas, la gente siempre que salía de casa tenía que llevar puesto un gran sombrero de paja, y había que ir corriendo sujetando el sombrero, pues las arpías se abalanzaban sobre la gente con sus garras. El sombrero era una medida de protección, pero si conseguían quitártelo, al segundo ataque te aplastarían la cabeza (a T. un águila le dio "levemente" con las garras cerradas en la cabeza y la tiró al suelo del impacto. Sólo le estaba pidiendo comida, como haría con sus progenitores). Con lo cual en esos tiempos la gente salía poco (por la noche las arpías duermen, pero salen los jaguares).

Monday, November 13, 2006

Algo de quiromancia:

Según la RAE, "supuesta adivinación de lo concerniente a una persona por las rayas de sus manos".
Me pregunto, ¿qué se puede adivinar de las rayas de mis manos? (ya sé que se ven mal los números).

1.- Amputación de la yema del dedo por mi madre, mientras me enseñaba a cortar turrón. Imposibilidad de reimplantación (el médico tiró el pedacito a la basura sin ninguna consideración). Tres puntos y dolorosas curas. Madre no hay más que una (porque si hubiera dos, ya estaría muerto). Ponferrada, 1995?.
2.- "Arrancamiento de la base de la cabeza de la falange". Música celta, tiendas de campaña y playa todo el día y toda la noche. Mi dedo se movía más de lo normal. Desde el puesto de la cruz roja en la playa, seguí un "si-se-te-pone-peor-vete-a..." pasando por todos los niveles de la jerarquía médica, urgencias inclusive, hasta llegar al médico de cabecera. Ortigueira, 2004.
3.- Noche de San Juan, haciendo leña con un cuchillo de cocina (se mascaba la tragedia). Noche de saltar hogueras (hechas en parrillas si el suelo está muy húmedo como era el caso). Perdí la harmónica, pero la volví a encontrar. Amsterdam, 2005.
4.- Mañana de reyes. En el resto de la península Sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente traen regalos a los niños que han sido buenos. En el Bierzo, los despeñan. Extracción quirúrgica de un cuerpo extraño incrustado e indeterminado. Es-Morredero, 2006.
5.- Callo del escritor, de aquel que a pesar de escribir en un blog y tener mucho que hacer, también escribe con lápiz y papel a su señora novia todos los días y de forma devotísima.
6.- Jamás uses tu dedo como tabla de cortar embutido. Excursión con S. por la nieve sin venir a cuento de nada. Interesante contraste rojo vivo sobre el prístino manto blanco. Ceguera, despellejamiento en las piernas por las bolas de hielo que formaban mis pantalones. Hablamos con un hombre que tenía las orejas "desabrochadas". Dos puntos cinco horas después. Mereció la pena. 2003.
7.- (No se ve bien) Dos leves cortes seriados atravesando un poco la uña, producto de afilar obsesivamente el machete hasta dejarlo como un bisturí, 2006. No creo que quede cicatriz, pero me pareció mencionable por el punto siguiente.
8.- Cortar siguiendo la línea de puntos. Es mi próximo proyecto, intentando imitar a T. cuando se cortó al sacar el afiladísmo machete de la funda (ver 6.-). La funda se está rompiendo....

Saturday, November 11, 2006

Uno de esos días

Hoy es uno de esos días. Sí, esos días. Hemos acabado antes de tiempo, y tenemos todo el día por delante. Hace bueno. El tiempo pasa más lento. Casi puede escucharse el sonido del Sol sobre las piedras.
Al principio, me acerqué valientemente afuera para leer, pero la nube que me protegía se retiró de pronto, dejando que el sol me abrasara los ojos, una claridad súbita y cruel que me hizo retroceder hacia la cocina, como un cangrejo ermitaño al interior de su concha, como cualquier alimaña a esconderse bajo las piedras, totalmente deslumbrado.
Hoy es uno de esos días, sin nada que hacer. La siesta (hay que mantener las tradiciones) en la hamaca me ha dejado una horrible sensación de pesadez en la cabeza, una sensación tan arraigada que ni la corriente del río pudo llevársela. Cuando me desperté, no puede evitar encontrar, con esas extraña lucidez propia de los dormidos, un clarísimo símil entre la hamaca y una pegajosa telaraña, de la que es imposible desprenderse, envolviéndome cada vez más en su red.
Invulnerable al letargo que todo lo invadía, el colibrí (Thalurania colombica), saeta incansable, joya multifacética e iridiscente rasgando el aire, pequeño dios del vuelo estacionario, cruzó ante mí para acudir al bebedero. Mi mente aún dormida tuvo una idea. Sí había algo que hacer...

Estábamos esa semana solo tres personas en la cabaña. M., norteamericana, que devoraba otro libro (creo que ya lleva ocho) tranquilamente en el piso de arriba y no quiso participar de nuestro descabellado experimento, T., madrileña, curtida mujer de la jungla preparada para todo, amazona postmoderna y Juana de Arco en general, y yo.

Teníamos témperas. Teníamos pinceles. Teníamos sirope. Teníamos t
iempo. Teníamos un machete. Y teníamos un plan.

Tras algunos ensayos, diversas criaturas del día a día en la jungla pintadas sobre nuestra piel, pasamos al plan maestro: pintarnos sendas flores en el ombligo, llenarlo de sirope y esperar a que los colibríes vinieran a libar de él.
Venciendo el miedo inicial a ser atra
vesados por el afiladísimo pico del diminuto pájaro, semejante a una aguja atada a un cohete a reacción, nos sentamos al sol a esperar. Sin embargo, había un pequeño problema, los colibríes acudían al bebedero, sin prestarnos ninguna atención. Decidimos retirarlo y para nuestra sorpresa, seguían acudiendo al lugar, buscando la dulce fuente de néctar y ambrosía producido y envasado en E.E.U.U. por Aunt Jemima Syrup marca registrada, minúsculos y errantes toxicómanos del azúcar caramelizado. Tal vez estuvieran demasiado acostumbrados. Tal vez ya no puedan sobrevivir sin él.
F
inalmente, la solución fue colocarnos el bebedero directamente encima, y esperar. En varios minutos, el zumbido de un batir de alas 80 veces por segundo, un resplandor violeta y verde, dos ojillos negros mirándome desde una posición estática en el aire. Tras unos segundos libando del sirope, desapareció de nuevo, tan pronto como llegó.
Pequeños momentos irrepetibles:

Una hoja cayendo en la carretera. Cayó describiendo una trayectoria rectilíea perfecta, planeando sorprendentemente como si hubiera sido diseñada para ese propósito, con el largo peciolo hacia abajo y el amplio limbo a modo de alas. Ya que en la selva cualquier cosa es posible, la examiné, intrigado, por si realmente esa era su función (conozco diversos métodos de dispersión de semillas, pero nunca había oído hablar de dispersión de hojas). Las hormigas habían construido delgado nido en torno al peciolo que constituía el contrapeso perfecto para equilibrar la caída. Traté de lanzarla al aire, intentando imitar la proeza, sin embargo, pero fue imposible.

Tras un gran chaparrón (otro), algo brillaba en la selva, con llamativos destellos multicolores. Parecía una luciérnaga, una luz extraña cambiando constantemente de color. Ahora azul, ahora rojo, ahora verde, ahora amarillo. Estaba fascinado por aquella maravilla, que no dejaba de brillar. Cuando cambiaba de posición, el brillo multicolor desaparecía. Era una gota, una simple gota de agua que resbalaba por una hoja y caía a la siguiente, que estaba muy próxima. En el momento del contacto, el sol pasaba a su través descomponiendo la luz en un arcoiris, y a cada nueva gota, levemente disitinta a la anterior en posición y tamaño, mis ojos recibían un color distinto.

Era por la mañana, temprano, cuando recogía la mochila colgada en el oscuro cuarto donde guardamos las herramientas, hogar de reptiles y tarántulas. Al cogerla, algo saltó de ella y me golpeó la cara, noté su presencia fría y húmeda justo en el centro de mis labios, de donde salió rebotada hacia el suelo. Tras manotear unos instantes en el aire, sobresaltado (era porque estaba dormido, no porque tuviera miedo...), examiné con la linterna a la criatura que me había atacado. Era una rana, ¡una rana!, y me había robado un beso.


Friday, November 10, 2006

La ciudad y sus criaturas: La hija de George W. El Arbusto

Efectivamente, soy vecino de la hija de Bush en esta burbuja de Estados Unidos en Panamá. Trataré de seducirla para casarme con ella y obtener el control mundial. Es así como se consigue, ¿no? En Europa los príncipes se casan con periodistas y éstas heredan reinos, por qué no un biólogo va a poder casarse con... ¿cuál es la palabra equivalente a princesa en un país sin monarquía? Bueno, con la hija del presidente y heredar la presidentía. Sólo tengo que averiguar quién de las dos chicas del periódico es... luego solo necesito vestirme con colores brillantes y empezar a usar desodorante (y quitarme alguna costumbre poco civilizada que estoy adquiriendo en la selva, como rascarme las picaduras, hacer mis necesidades en cualquier parte menos en la letrina del terror, solucionar los problemas a golpe de machete...)
Lo que dejamos atrás (de brumas y melancolías)

Esas brumas de los montes son para mí un recuerdo indeleble. Otras cosas se me han olvidado: odios y cariños, favores y deprecios, han pasado a través de mí sin dejar una huella. Esas brumas, en cambio, anegaron mi alma para siempre. Ya no salen de ella, ya no saldrán jamás. -Pedro Salinas, Peñas Arriba.
El otro día pensé cómo seguría todo por esas tierras, otras latitudes, otras longitudes. Es otoño en la península. Hojas secas. Empieza el viento y el frío. Los bosques se desacen en un estallido de colores flamígeros, amarillos y rojos increíbles. El sol ya no calienta. Puede que ya haya nieve en la montaña de enfrente de mi casa (el es-morredero). En estos días, me solía invadir una extraña tristeza, esa melancolía otoñal y pasajera, arrastrada por el mismo viento que se lleva las hojas, que no se si nace del síndrome post-vacacional, o de la falta de luz, o simplemente la sensación rutinaria de otro año que termina, sin que nada haya cambiado. El sol de otoño, sin fuerza ya para calentar aunque las nubes no lo cubran. Y a pesar de los colores de las hojas, leves pinceladas de color en un mundo cada vez más gris, me anegaba la melancolía. Una tristeza dulce, que me hacía mirar ensoñadamente a través de la ventana. Sí, en esta época, solía mirar por la ventana más de lo habitual, contemplando el mundo apagándose, con la sensación de estar en una vida que se deshace en migajas, legajos de felicidad pasajera que en estas fechas se hace más patente. Si ahora estuviera allí, vería pasar la vida a través de mi reflejo en la ventana, una vida siguiendo un camino perfectamente marcado, una autopista de ocho carriles que lleva directamente a la tumba a toda velocidad, pero de forma tranquila y sin sobresaltos, como mirando el paissaje desde el parabrisas sin detenerse un instante. La vida como película y no como colección de fotografías. Dejándome arrastrar por la coriente de la rutina, absorbiendo el tedio del sofá y la mantita. Un círculo vicioso de apatía. Y daría vueltas por la casa, como un animal enjaulado. Encendería el ordenador buscando una salida. Miraría la tele sin verla realmente. Y si por un día consigo escapar, salir de la trampa, siempre hay que estar en casa para la cena, el eterno retorno a una realidad que trago sin saborear, insípida realidad poco hecha del adocenamiento, amancebamiento y domesticidad (del latín domus, casa). Soñando del otro lado del cristal con otros lugares más allá de las montañas, soñando con un día en que no vuelva para la cena. Soñando. Si estuviera en mi casa en Ponferrada, tras la ventana me mirarían implacables las cumbres (acaso nevadas por estas fechas), despiadados crestones donde despeñarse el día de reyes. Curioso regalo, seguir viviendo, vivir en un tiempo que no me corresponde, vivir por los pelos, vivir de prestado. Vivir debiendo estas horas a una serie de afortunadas casualidades. Muchas veces lo pienso, ¿qué hubiera cambiado? Posiblemente nada. El mundo seguiría girando impulsado por la estupidez humana hacia su propia destrucción. Gran hermano volvería a ser noticia. Acaso alguien me lloraría (mucho más de lo que me gustaría). Algunos me echarían de menos. A otros, sería una noticia más de las que te dejan indiferente, o que te hacen pensar en la insoportable levedad del ser. ¿Y luego? El olvido, el vacío, la nada. El tiempo todo lo cura, c'est la vie. A veces pienso que cuanta menos huella deje, menos dolor quedará atrás, mejor será para todos. Desaparecer simplemente, como la Nada de la Historia Interminable, un vacío que hacía daño a la vista porque realmente no había nada a lo que mirar, al que se veían arrastradas todas las criaturas de Fantasía. Donde esté una priedra solitaria / sin inscripción alguna / donde habite el olvido / esa será mi tumba, que decía Gustavo. Y aparte de esto, el Samsara, el juego de los hombres niños en el que Siddarta estuvo atrapado la mayor parte de su vida, la rutina continúa, autopista de peaje hacia el fin, una rueda que gira año tras año pero no avanza. Otro año más, un poco menos jóven, un poco más muerto.
Sin embargo, desde este reducto neotropical, las cosas se ven de otra manera. Por primera vez, tengo la impresión de haberme salido del círculo, de haber dejado por un tiempo la autopista para ir por pistas de tierra y barro, senderos intransitables por los que es mejor no pasar si se quiere llegar rápido al destino. Aunque aquí también hay una rutina, pero el tiempo pasa de otra forma, el mundo no se ve a través de una ventana (de hecho, no hay ventanas, hay mosquiteras), del griego bios, vida, biología, biodiversidad, aquí hay más que en cualquier parte. Toda la selva es un estallido, vibrante, palpitante. El ritmo de la selva, no se ve pero se siente, latidos silenciosos, un gran orgasmo planetario, como si la tierra se hiciera el amor así misma y todas las criaturas bailaran al unísono. El fluir, fluir de los ríos, de la savia, de la sangre, de las vidas, constante pulso de energía, única respiración del gran tapiz de la vida. Aullidos en la noche primordial, reflejos en el agua, el cielo derramándose sobre la tierra. Las polillas inmolándose en la llama, los gusanos del monstruo retorciéndose en la letrina del terror, los murciélagos, los fogonazos de las luciérnagas, el infatigable colibrí, las arañas, los coatíes, incluso los prerezosos (más lentamente) todo sigue la misma pulsión viva y caliente, vida y muerte en la selva, un ritmo frenético, un jazz invisible y salvaje, como el vaho de carne cruda.
Pero como decía al principio, todo tiene un precio: lo que dejamos atrás. Este extraño síndrome de Ulises que me ataca de vez en cuando, me hace dejar atrás más ausencia de la que imagino y más de la que me gustaría. Jamás imaginé que alguien me podría querer tanto, y eso me llena de remordimiento. Dejo una abnegada Penélope, tejiendo y destejiendo el tapiz de su propia soledad, una dulce Eurídice esperando el el Hades de mi ausencia a que su Orfeo baje a rescatarla. ¿Dónde está tu Ulises, dónde tu Orfeo? Se han ido lejos, a perseguir a las Arpías, esos monstruos emplumados de rostro y pechos de mujer, devorarores de carne humana. Volverán en Febrero.
Soy el rey lagarto, yo parto y reparto (una de reptiles)

Realmente es un Gecko, pero no encontré nada que rimara. Concretamente es un gecko casero tropical (Hemidactylus frenatus), asociado a edificios y con patrones de coloración variables acordes con la fachada del edificio en cuestión. Pupilas verticales y piel rosada, con escamas diminutas, lo que le dan la apariencia de estar desnudo o deshollado... Por la tarde cantan con una especie de croaquido gutural fácil de imitar.

Hembra cría de Basiliscus basiliscus (¡toma ya!) Extremadamente delgado, corría muy rápido y a dos patas. Los he visto más grandes y con mas crestas, pero corren más y son casi imposibles de fotogafiar (y menos con mi cámara). Van por encima del agua sin ningún problema. También bucean y se agarran a las piedras del fondo. Y trepan, y saltan. Solo les falta volar. Tiempo al tiempo. Por cierto, aquí todo salta y camina sobre el agua, puedes ver como una hormiguita camina por una hoja hasta llegar al extremo de una hoja, mira hacia abajo, encoge las patitas y salta, continuando tranquilamente. Las arañas son prácticamente insumergibles (sobre todo las arañas balsa, próximamente en la siguiente entrega), los peces salen fuera del agua y los insectos palo vuelan y escupen.


Corytophanes cristatus, el basilisco de cabeza elegate (traducción literal del nombre en inglés). Otro que también corre a dos patas. De hecho, creo que es la única criatura que corre hacia el depredador, tratando de atemorizarme. Solo decir que una persona que lleva dos meses en la selva y porta un machete de medio metro no le tiene miedo a nada, ya estoy curtido (sí, chillé como una niña). Cuando se quedaba quieto no se diferenciaba de las hojas secas y también odiaba mi cámara de fotos e intentaba morderla (yo solo he intentado tirarla por un barranco, en un arrebato de frustración). A pesar de su aspecto de esfinge, no me planteo ningún acertijo, aunque me dio la impresión de que cambiaba levemente de color, pero pudo ser cuestión de la luz.


Y por fin un lagarto de los normales, Teiidae, Ameiva leptophrys (creo). Este en concreto, es hijo de Tifón y la Equidna. Fue criado por Hera bajo un plátano cerca de la fuente de Amimone en Lerna. Se decía que era hermano del León de Nemea y que por ello buscaba venganza por la muerte de éste a manos de Hércules. Fue por esto elegido como uno de los doce trabajos de Hércules, para que este muriera. Y el pobre Hércules se enfrento sólo a él, pero descubrió que cuando le cortaba la cola (su unico punto débil), dos ocupaban su lugar. Y mientras se planteaba como superar el dilema, golpeó accidentalmente un avispero, y le picaron las avispas tropicales. Pero no murió aunque dolía, sin embargo, se vio forzado a huir precipitadamente, tan precipitadamente que no vio una serpiente venenosa enroscada en la base de un árbol, que le mordió el calcañal. Asustado, trato de retroceder resbalanto por una colina y cayéndose por un barranco. Pero tampoco murió. Había una palmera espinosa que amortiguó dolorasemente su caída. Pero en el río, había algunos cocodrilos. Cuando se deshizo de ellos con las pocas fuerzas que le quedaban, pisó una rana veneno de flecha, de brillantes colores y toxinas letales. Pero antes de que el veneno actuara, un águila arpía (cada vez pienso que el nombre está muy bien puesto) le destrozó la garganta. Casi sin poder respirar, se sentó abandonado por las fuerzas a esperar la muerte, con tan mala suerte que lo hizo en un hormiguero de hormigas tigre, que lo hicieron retorcerse de dolor y escapar del lugar, con tan mala suerte que... un momento, pero ¿de qué murió al final? ¿Al final? Tuvieron que abatirlo a tiros.