Thursday, December 07, 2006

El Refu en la selva:


1) Botas de goma: supuesta protección contra las mordeduras de serpientes (misma pregunta que con los chalecos antibalas... ¿y si te disparan en la cabeza?).
2) Manchas de barro: inevitables. No se quitan, sólo se extienden. Mi ropa jamás volverá a ser la misma, la selva quedará grabada para siempre como un estigma imborrable (hasta que mi madre la incinere). Afortunadamente tengo ropa de sobra para mantenerme limpio y aseado en la ciudad (equipaje para 5 meses en la selva: 3 pantalones largos desmontables, 3 camisetas de manga larga y 2 de manga corta).
3) Bandadas mixtas (mixed flockings) de moscas, tábanos y mosquistos, orbitando continuamente en torno a mí, algunos portadores de enfermedades de nombres tan sugerentes y exóticos como leishmaniasis, dengue, fiebre amarilla... que evocan remotos lugares de ensueño.
4) Pequeños arañazos de origen generalmente vegetal o mineral.
5) Camiseta rota de Amazonía (sí, prestada), acabará destrozándose más y convirtiéndose en gorro y luego en pulsera antes de ser hilo y desaparecer.
6) Trapo multicolor para mantener mi precioso y sedosísimo pelo Pantene libre de de enganchones, malezas y parásitos.
7) Barba trenzada para facilitar la escalada de las hormigas hasta mi cara.
8) Líneas ondulantes producidas por el hedor corporal. El olor de la selva... cuando llego a la ciudad y me lavo con agua caliente, tengo que dejar la ropa sucia en otra habitación, pues igual que los balleneros de Moby Dick cuando una vez cada 5 meses utilizaban grasa de ballena para limpiarse a sí mismos y al barco, se vestían con ropa limpia y hablaban de colocar cortinajes en el palo mayor... a la limpieza se acostumbra uno antes que a la suciedad (pero la suciedad se disfruta más).
9) Curiosa prolongación metálica de mi cuerpo, una especie de miembro ortopédico unido a mi mano utilizado para abrir camino donde no lo hay y reducir a virutas los árboles que cada dos por tres caen obstruyendo la carretera. Ha probado ya la sangre de tres personas, incluido yo. Manías de tenerlo afilado.
10) Ojos acechantes.
11) Tronco caído, cortado y empujado a un lado para permitir el tránsito.
12) Brújula, perdida dos veces y reencontrada otras dos, para no perderme en la selva, extraño amuleto magnetizado colgado del cuello. De vez en cuando lo agarro para cerciorarme de que sigue allí, acto incosciente como los que necesitan el reconfortante tacto de una medalla o de uina cruz en los momentos difíciles.

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